miércoles, 26 de enero de 2011

Cartas

Estimado....,
Hoy no utilizaré fotografía si es eso lo que logra despistarte. No utilizaré palabras complejas que desaten una idea equivocada de lo que pretendo decirte. No recurriré a nada para justificar mis actos. No lo necesito; soy consciente de todo aquello que hago y soy consecuente con ello. No omitiré detalle alguno; y no lo haré porque sé que lo que trato comunicar es algo abusivamente abstracto; algo que cuesta entender (o eso me gusta pensar).
Está bien, yo perdí la fe en ti. Lo sabes. Pero, mucha gente te sigue. Sí, lo hace. Confían en que les ayudarás, en que nunca los dejarás solos; a cambio, te ofrecen todo aquello que tienen y está dentro de sus posibilidades. Confían en que detrás de la lluvia les estará esperando el gran astro; esperan esos buenos tiempos que vienen detrás de su dolor. Así que... ¿qué estás haciendo con ellos? Dejemos las ciencias duras para los científicos y dediquémonos tú y yo a las ciencias blandas. Esas que únicamente se ocupan los que se atreven con mayores riesgos.
Algunas personas carecen de hogar, algunos niños lloran y no precisamente por que se les caiga el chupete al suelo o se desprendan de su juguete más preciado. Viudas de las víctimas de guerra se ven involucradas en una nueva vida que no les había tocado vivir. ¿Acaso no ves la televisión? Esto no es una quiniela. Gente buena no merece que se la trate así. No hay derecho que exista una desigualdad económica que sea capaz de regir este mundo y consiga una división entre ricos y pobres. ¿No te das cuenta de que es totalmente justo?
¿Dónde están los valores democráticos que nos pertenecen como personas, como seres humanos?
Creo que se perdieron en el olvido. Al igual como tú en mis pensamientos. En mi día a día. En el de muchos.