A veces resulta complicado que un sueño se haga realidad. Hace falta merecérselo, hace falta luchar para conseguirlo.
Y puede suceder, cuando estamos a sólo un centímetro de conseguirlo, que sintamos un gran miedo y no sepamos qué hacer.
Pero es sólo un instante, como cuando estás de pie en un trampolín y te preparas para zambullirte desde lo alto.
Pero una vez que te has armado de valor, te tiras, no te lo piensas más y solamente disfrutas del momento. Y antes de que te puedas dar cuenta, estás mirando el trampolín desde abajo, con una sonrisa en los labios y las ganas de volver a tirarte.