Había una vez...
una princesa soñadora,
alegre, vivaz,
precavida, coqueta,
sincera, sensible,
tímida, extrovertida
cercana, empática,
enamoradiza, realista,
fantasiosa, ¿He dicho alegre?
orgullosa, con principios
a la que la vida, le dio pedradas
con las que se construyó su propio castillo;
edificó ventanales con los que ver lo que le deparaba el mundo,
unos ventanales sólidos a prueba de pedradas.
Una enorme puerta, de hiero macizo,
con la que poder seleccionar quien entraba
y quien salía.
Un enorme tejado en el que subir
y miras las estrellas, contarlas una a una,
para burlar a los segundos, los minutos..las horas.
Pero sobretodo, puso un largo lazo en una de las torres, que con el paso del tiempo, fue rellenando.
En aquel lazo, escribió todo aquello que antaño la habían hecho cambiar.
Un día, cuando el viento soplaba ferozmente, lo dejó ir. Allá viajaron mil y una lágrimas derramadas por príncipes incomprensibles, príncipes que desconocían el verbo amar, dragones amenazantes y burlones, brujas y ogros malvados que no hacían más que pisar sus progresos.
Se despegó de ese pasado que le pisaba los talones, de su corona, sus riquezas... y dio un ejemplo a seguira las demás princesas de la comarca.
Y es que había una vez, una princesa, que sin la ayuda de nadie más, logró seguir adelante. Una princesa, que hoy os explica su cuento...