domingo, 7 de marzo de 2010

Once upon a time...



Había una vez...
una princesa soñadora,
alegre, vivaz,
precavida, coqueta,
sincera, sensible,
tímida, extrovertida
cercana, empática,
enamoradiza, realista,
fantasiosa, ¿He dicho alegre?
orgullosa, con principios
a la que la vida, le dio pedradas

con las que se construyó su propio castillo;


edificó ventanales con los que ver lo que le deparaba el mundo,


unos ventanales sólidos a prueba de pedradas.

Una enorme puerta, de hiero macizo,
con la que poder seleccionar quien entraba

y quien salía.
Un enorme tejado en el que subir
y miras las estrellas, contarlas una a una,

para burlar a los segundos, los minutos..las horas.

Pero sobretodo, puso un largo lazo en una de las torres, que con el paso del tiempo, fue rellenando.

En aquel lazo, escribió todo aquello que antaño la habían hecho cambiar.

Un día, cuando el viento soplaba ferozmente, lo dejó ir. Allá viajaron mil y una lágrimas derramadas por príncipes incomprensibles, príncipes que desconocían el verbo amar, dragones amenazantes y burlones, brujas y ogros malvados que no hacían más que pisar sus progresos.


Se despegó de ese pasado que le pisaba los talones, de su corona, sus riquezas... y dio un ejemplo a seguira las demás princesas de la comarca.
Y es que había una vez, una princesa, que sin la ayuda de nadie más, logró seguir adelante. Una princesa, que hoy os explica su cuento...


Dos caras de un misma vida...

Se miraba al espejo, permanecía impasible, aparentemente serena, con el alma congelada, como si nada le afectase, nada le hiriese. Quería dar a conocer al mundo su estabilidad, que las cosas le iban bien, que no le ocurría nada que la incomodase.. ¿A quién demonios le importaría?
Era más sencillo cargarse a cuestas la armadura cada mañana, dar un paso al frente y superar adversidades.
Dentro, en lo más profundo de su ser, habitaba su propia alma, aquella que cubría con una gruesa capota ante los demás, aquella que estaba abatida dentro de ella misma, la que recibía cada golpe, cada daga que perforaba su ser. Aquella que no dejaba ver a los demás hasta que apareció él, quien supo encontrarla. Entonces, se dio cuenta... No podía seguir ocultándosela, por lo menos a él no. Siempre había sido ella, ella y aquella parte que le correspondía por derecho, la que no la dejaba vivir en paz, porque en realidad, no era más que un mero reflejo de como se sentía, de lo que estaba viviendo...

viernes, 5 de marzo de 2010

La fúria de la madre naturaleza

Cuantas son las víctimas de Chile y Haití. Cuantas son las ayudas, que pese a todo, siguen siendo insuficientes para combatir con el sufrimiento, el hambre y la situación en la que viven.
Y es que no todo quedó en Haití, también surgió una amenaza que arrasó con Chile.
Se escuchan disparos, atracos, asaltos a establecimientos, pero ni rastro de ayudas. La gente necesita, SOBREvivir, antes que vivir, y aún así, ¿se les priva?
¿Acaso vivimos en un mundo en el que nos da miedo ayudar? ¿o simplemente quedarse quieto observando es la vía más cómoda?
Cuantos son los hogares debastados, las famílias fracturadas, las ilusiones perdidas. Cuantas son las esperanzas mantenidas que aquellos que creen en un qué, en un algo; Muchos son los recuerdos borrados por la furía y la impotencia; y otros tantos, los niños que perdieron la oportunidad de ser eso, niños.
En manos de muchos está el ayudarlos, sin embargo, mantienen la visión fija ante sus riquezas, su calidad de vida... Hasta el día, que les toque a ellos...
Míseria de la vida, quizá.
Y es que venían advirtiendolo que, algún día, acabaría estallando...

Propuestas, propósitos

No hay pecados ni culpables, solo hay verdades....
Historias de un minuto...
... y bellos sueños.

jueves, 4 de marzo de 2010

Billy

Permanecía sentado, allí, esperándola como cada tarde pese a que sus piernas y su vida, le iban pesando cada vez más a medida que transcurrían los días, los meses, los años.
Esperaba su regreso, su olor, su belleza, su tez blanca y fina, el brillo de sus ojos, su larga melena color azabache, su perfecta sonrisa; la esperaba a ella.


Lo recuerdo sentado en aquella vieja silla, desgastada con el paso de los años. Hablando de aquella joven que un día le arrebató todo cuánto tenía de valor, su corazón, su propia vida.
Y un día, como cualquier otro, desapareció. Había salido en busca de ella.

Billy. La chica de verde.