
Era más sencillo cargarse a cuestas la armadura cada mañana, dar un paso al frente y superar adversidades.
Dentro, en lo más profundo de su ser, habitaba su propia alma, aquella que cubría con una gruesa capota ante los demás, aquella que estaba abatida dentro de ella misma, la que recibía cada golpe, cada daga que perforaba su ser. Aquella que no dejaba ver a los demás hasta que apareció él, quien supo encontrarla. Entonces, se dio cuenta... No podía seguir ocultándosela, por lo menos a él no. Siempre había sido ella, ella y aquella parte que le correspondía por derecho, la que no la dejaba vivir en paz, porque en realidad, no era más que un mero reflejo de como se sentía, de lo que estaba viviendo...
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