
Era la primera vez que lo veía llorar. Asomaban en sus párpados unas lágrimas bañadas de dolor e impotencia. No podía articular palabra. Se secaba los ojos con la ayuda de sus puños mientras los rodeaba con su jersey. Hoy comprendo por qué razón soy tan reacia a llorar en público. Porque me cuesta tanto.
Alguien había herido a mi padre y ése alguien podría hacermelo también a mí; Así que, fui creciendo con una coraza que de papel pasó a ser de cobre y luego hormigón. Pesaba ridículamente; a veces ni tan siquiera era capaz de caminar con ella, pero yo sentía que era lo único que me protegía.
He llorado, he reído y creo que jamás he herido. Pero sí, a mí sí que me lo hicieron. Por esa razón fue más difícil quitarme la coraza. Y hoy, sintiendo por fin la brisa y el aire que pasea mi piel, puedo asegurar que me siento más ligera que nunca.
1 comentario:
Este escrito es impreisonante.
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