viernes, 15 de junio de 2012

Qué papel nos toca...

Hoy subí al metro. Saqué mi libro, El diario de Anna Frank. Épico. A la media hora, ya rondaba la parada de Sant Ildefonso. Línea 5, la azul. Ahí, subió una pareja de ancianos junto con su nieta de apenas dos años. Me la quedé observando. Era preciosa.

Al cabo de unos instantes me di cuenta de algo. Llevaba un audífono en cada oreja. Una niña de apenas dos años y ya con una minusvalía de ese carácter. ¿qué injusta es la vida no?
Entonces me paré a pensar en su inocencia. En que con sólo hacerle una pequeña burla, ya se reía. En lo feliz que vivía ajena a lo que comporta tener esa deficiencia auditiva. 
Cuando llegué a mi última parada, Cornellà, hice transbordo para coger el tranvía. 

Parece que la pequeña también tenía rumbo a mi dirección, por lo que continué observándola mientras esperaba al vagón que me llevaba a mi destino. La observé y la observé. Era feliz bajo su ignorancia. 
Cuando logré introducirme dentro del transporte, vi un niño que lloraba sin cesar. Lloraba porque quería jugar más tiempo con sus amigos en el parque y su madre le había negado esa opción. 
Entonces caí en la inocencia que embarca a los niños. El efecto que crea en nosotros esa etapa de nuestra vida. A ningún niño se le debería privar de su totalidad. A ninguno. 

2 comentarios:

jupiter dijo...

Inspirador ala entrada... Debemos aprender de los niños... que nos sucede cuando crecemos que pasamos a ser mas infelices?

La chica de verde dijo...

Supongo que nos preocupan más cosas. Y esas cosas, ocupan nuestra felicidad.