jueves, 3 de marzo de 2011

Instinto de protección


Todo quedó en imágenes; en maravilloso perfume del que, hoy, solo queda un desafiante hedor.
Recuerdo cuando sus manos agrietadas, llenas de cayos, marcas y roces, producto de un intenso trabajo diario tocaban las mías. Recuerdo aquella mano sosteniendo la mía al cruzar la calle, puesta en mi brazo apretándome junto a su pecho para protegerme cada vez que subíamos a una atracción de feria o pasábamos por algú sitio del que desconfiaba; aquella mano que alborotaba mis rizos formando así prominentes bucles pelirojos. Recuerdo aquella mano acariciándome, recordándome por qué había salido tan pecosa, él también lo fue.
Crecí y su tierna protección se convirtió en sobreprotección. La adolescencia es una etapa verdaderamente difícil. Supongo que a día de hoy le debo a él el ser como soy; pero en su día logró atarme de tal manra que me imposibilitaba la respiración. Ya vés, a veces queremos proteger a nuestros hijos, y ni siquiera somos conscientes de que ellas ya caminan solos...
Y hoy, hoy echo de menos todos ésos gestos que un día me hicieron sentir protegida. Mas necesito que vuelvas a protegerme; pero sobre todo, que me coloques el arnés de la vida; que mientras camine por la cuerda floja me sostengas, pero que me dejes caer al vacío. Déjame. Y en el último instante, cuando la ley del tiempo y la gravedad hagan acopio de nosotros mismos, cuando consideres que así evitarás mi fin, estira de mí con fuerza.
Esto solo son palabras, palabras de un alma que ansía que vuelvas pronto. Que vuelvas a ser el mismo. Te necesito, y hasta que seas consciente de ello, te seguiré esperando.

No hay comentarios: